2/2/07

Luego recibe lo que da


El otro día volviendo a casa por la noche me encontré un móvil. La perspectiva visual del ciclista es distinta de la del peatón y de la del conductor y se pueden apreciar cosas que de otro modo pasarían desapercibidas (ratas muertas, por poner un ejemplo cercano). El teléfono estaba encendido, era de mi compañía y tenía una serie de gadgets que lo hacían muy apetitoso.

Busqué en la agenda ese contacto que decía Pablo Motos que tiene todo el mundo: Papa Movil. Llamé. No me contestó Ratzinger, ni su apuesto secretario, ni siquiera el chófer. En realidad llamé a otro teléfono que me dio más al ojo (esto otro era una morcilla humorística). Comoquiera que era bastante tarde, concertamos la entrega para el día siguiente. Por azares de lo entretejida que está la sociedad burgalesa, resulta que conocía de vista al despistado propietario. Algo parecido ya me ocurrió en otra ocasión, aunque aquella vez era el dueño del móvil el que me conocía a mí (y no así al contrario).

Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, cantaba Jorge Drexler en Todo se transforma. Quizá algún día el gesto revierta en mí a través de una impredecible cadena de favores. Quizá no. También es posible que haya recibido con anterioridad un apoyo gratuito y me haya limitado a extender la red y hacer por otro lo que alguien ya hizo por mí. Puede que simplemente sea tonto.